domingo, 31 de mayo de 2015

OVER


Sexto disco en solitario de Peter Hammill, Over (1977) es más que el resultado de una ruptura, más que el fruto de un abandono (el sufrido por el artista nacido en Ealing cuando -tras siete años de relación- su mujer se fue con un amigo de éste). Over es la obra de un artista, y por encima de todo, un hombre, nadando desesperado para llegar a la orilla, antes que la rabia, la carcoma, el abandono y la soledad acaben ahogándole.

"Cogiste todo el amor y lo tiraste a un lado para regodearte en tu dolor. (...)Pensaste que eras un hombre-lobo cuando simplemente eras un cordero."

Hablemos de la música creada bajo el paraguas de Van der Graaf Generator o la rubricada con su nombre, fondo y forma -binomio inseparable- siempre han ido de la mano. Algo patente desde el demoledor inicio del álbum-diario. Acompañado de Guy Evans a la batería y de Nic Potter al bajo, en "Crying Wolf" Hammill (voz y guitarras) se aprovecha del formato power-trio para azuzar (por medio de poderosos riffs) a la bestia del desprecio en un airado, duro y cruel ejercicio de autocrítica.

"Me pregunto cuanto tiempo pasará hasta que esta canción sea entonada por nuestros hijos e hijas."

La crepuscular "Autumn" explora el síndrome del nido vacío mientras un devastado Hammill al piano, acompañado de una orquesta que hace aquí acto de presencia por primera vez, medita angustiado sobre la posibilidad de que tu descendencia repita los mismos errores cometidos por sus progenitores.

"Pensando en aquellos tiempos parecía que podía tumbarme a tu lado, como nunca hice, al atardecer, sin tener que dedicarnos palabra alguna después."

"Time Heals". Pasan los segundos, los minutos, las horas; el calendario marca el paso de los días, las semanas, los meses. El tiempo cura. ¿Me lo dices o me lo cuentas, amigo? Aquí tienes mi diario, adelante, no me importa, llévatelo a casa, en serio. Luego hablamos...


"Sé que no has disfrutado causándome semejante daño pero ahora estás enamorada de él, de mi viejo amigo. Sé todo lo que hay que saber sobre eso, no necesito explicación, pero cómo decirte adiós cuando todavía te amo."

Tan íntima y desnuda que el oyente se puede sentir abrumado, como si no debiera estar allí, el alma encogida, en "Alice (Letting Go)" continúan el desprecio a uno mismo y los reproches mientras los acordes de la guitarra acústica a la que se aferra Hammill van lacerando su/nuestro corazón sin piedad.

"Las estrellas en sus constelaciones, cada una parpadeando tristemente y cayendo... sin ti a mi lado no significan nada."

Dijo Robert Fripp de Peter Hammill que era el Jimi Hendrix de la voz. Pocos ejemplos mejores de esa aseveración que la poesía a flor de piel de la orquestal, monumental, "This Side Of The Looking Glass". Alicia ha cruzado al otro lado del espejo y nos ha dejado aquí, al otro lado, donde no hay nadie, donde no hay nada. Únicamente congoja.

"Al final, ¿quién puede resultar un buen amigo cuando te dan una patada en los huevos mientras tú les ofreces la perla que sostienes en la mano?"

Te estoy hablando a ti, traidor; tú, que te decías mi amigo. La rabia estalla en "Betrayed". El violín de Graham Smith, la expresión sonora de un alma torturada, herida. Un huracán derribándolo todo a su paso. En primera persona.  No creo en nada. No me queda nada.

"Es curiosa la forma en que la autocompasión puede tomar el relevo del amor propio."

Para el penúltimo tema, "(On Tuesdays She Used To Do) Yoga", la frustración da paso a la reflexión y el castigo a la meditación. Tras una dura contienda, los nudillos ensangrentados, algo vamos aprendiendo.

"... ponte el vestido rojo, nena"

"Lost And Found" es la última página de este diario sonoro. Ciertas dosis de experimentación la hacen la más cercana al sonido de la banda madre. También, la más misteriosa. Entre juegos de guitarra y teclados, pareciera que la salvación hace acto de presencia. "Soy libre al fin, estoy enamorado al fin", clama el autor de In Camera. ¿Hemos llegado ya a la orilla? ¿Estamos a salvo? "Todo va a salir bien", continúa. Ya está, entonces. Vamos, que somos simples seres humanos temerosos. Juguetes, meros juguetes. Acerca el oído: "todo va a salir bien", concluía. ¿No detectas temor en esas palabras? ¿Miedo a que el hechizo se rompa? ¿Dónde está el manual de instrucciones?

domingo, 24 de mayo de 2015

GUERRA Y OSCURECIMIENTO

Con Perfidia James Ellroy da inicio a un segundo Cuarteto de Los Ángeles que cronológicamente precede a aquel primer y ya mítico Cuarteto que había inaugurado La Dalia Negra a finales de los 80. Para dicha precuela no solo recupera personajes de aquel sino también de su imponente Trilogía Americana, construyendo así el proyecto de un corpus novelístico de once títulos con los que dar testimonio de la/su historia de los EEUU durante tres décadas. 

"En este momento nuestras opciones se reducen a hacerlo todo o no hacer nada."

6 de diciembre de 1941. Los Watanabe, una familia de origen japonés, aparece muerta en su domicilio de Los Ángeles horas antes de que Pearl Harbor sea bombardeado. Tambores de guerra. ¿A quién le importa los cadáveres destripados de unos japos? Con esta premisa -y con su prosa febril, telegráfica y sincopada- el autor de El Gran Desierto vuelve a arrastrar al lector a su particular universo de violencia, podredumbre y corrupción. A una ciudad sumergida en el miedo y la paranoia donde farolas y neones se apagan, los coches deben circular con las luces de posición y sus habitantes deben cerrar las persianas por miedo a los ataques aéreos y los submarinos. Una urbe en expansión, una caldera de racismo y locura. Hombres Lobo aullando a la luna.

"La lluvia amainó. Cada tantos segundos echaba un vistazo al espejo retrovisor. Su cara seguía siendo la misma.
 Había visitado México con el Dudster. Pensaba que después de eso tendría una apariencia distinta.
 Kay Lake había apuñalado a una mujer y ahora tenía un aspecto distinto. Pensaba que él seguiría el mismo camino."

Obsesión. James Ellroy dice de él que es un hombre obsesivo que escribe sobre hombres obsesivos. Y en esta L.A. en guerra nadie duerme. Todos deambulan por la ciudad como si hubiese caído sobre ellos una maldición. Consumidos. Unos manteniéndose en pie a base de benzedrina, otros por medio de plegarias. Aunque son decenas y decenas de personajes (entre ficticios y reales) los que pueblan las casi 800 páginas de Perfidia son cuatro en los que descansa el peso de la narración. Hideo Ashida, nisei (japonés nacido en EEUU) y el químico forense más brillante del departamento de policía, aprendiendo los códigos de un "mundo de hombres" hará lo que sea para preservar la seguridad de su familia ante los planes que el gobierno tiene para los ciudadanos de origen nipón. El ambivalente y fascinante capitán William H. Parker, ferviente católico consumido por el alcohol, la ambición de llegar a la jefatura de la policía, acosado por el recuerdo de una mujer y preparando el tablero para la inminente guerra contra los rojos. Kay Lake, a la que los lectores recordarán de La Dalia Negra, una de las grandes creaciones literarias de Ellroy, el único personaje que nos hablará en primera persona, una mujer tan valiente e inteligente como temeraria e inconsciente. Y si de grandes personajes hablamos que decir de otro viejo conocido, el aquí sargento Dudley Smith, mefistofélico, magnético, cruel, violento pero al que los ojos se le llenan de lágrimas mientras ve bailar a su hijastra (no desvelaremos su identidad para los que no hayan leído aún el libro) con un vestido verde, el color de su vieja Irlanda.

"Dejé el sobre para el cartero y me senté al piano. Había perdido la práctica, pero cobré impulso a medida que tocaba. Lee no apareció. El teléfono no sonó. Nadie llamó a la puerta. El Chopin era para Claire, el Grieg para Scotty, el frío estudio de Rachmaninoff era para Hideo. Dediqué el magistral Beethoven al único que se lo merecía."

 Ahhhhh, y el AMOR. Amores reales, amores ficticios, amores -claro- obsesivos, amores no confesos, amores peligrosos. Porque a pesar del manido apelativo de "perro diabólico" Ellroy es un romántico y éste es finalmente (cómo olvidar Jazz Blanco o Sangre Vagabunda) el protagonista de la novela. En un mundo de grises y dobleces, la última -¿única?- posibilidad de redención.

Ellroy ha madurado, cuenta, ya no va por ahí diciendo que es el mejor escritor del mundo. No hace falta. Abramos Perfidia por la primera página: Ellroy es bueeeeeeno.

jueves, 14 de mayo de 2015

HEART VS. MIND


Agarrarte más fuerte o soltarte la mano; emprender una huida hacia delante o parapetarse en la retaguardia  construyendo un nuevo fuerte; seguir los dictados del corazón o los mandatos de la cabeza. Cuitas vitales y sentimentales que vibran y se agitan en el interior de las once composiciones que dan forma a Heart Vs. Mind (2013), último disco hasta la fecha de ese secreto a voces que responde al nombre de Bryan Estepa. Un Bryan Estepa que podría haber nacido en California pero lo hizo en Australia. Un Bryan Estepa que podría ser Jeff Tweedy pero prefirió ser Bryan Estepa. Un amante de la música cuyo corazón late al ritmo de las canciones de Brian Wilson, Alex Chilton, Paul Westerberg, Simon & Garfunkel o Gram Parsons. Un orfebre, un cantante de voz dulce como la caricia de una madre a su bebé, un compositor cuyas canciones traen la promesa de un reconfortante rayo de sol, de una brisa refrescante sobre nuestra castigada piel. El sincero ofrecimiento de un hombro sobre el que reposar. Unas melodías que se mecen entre guitarras expansivas ("She Vs. Him"), pildorazos power-pop ("Overnight"), íntimas nanas al piano ("Nobody Has To Know"), gemas que tienen el mismo efecto que abrir la ventana para dejar que entre por primera vez la añorada primavera ("Arms Reach", "Seachange") o canciones simplemente para quedarse a vivir en ellas como "(If You Follow) We Just Might Get Near" y "Nothing At All". Todas ellas arropadas por la calidez que desprende la orgánica -"sincera", si se puede aplicar tal adjetivo- producción de su mano derecha, Adrian Deutsch. Y es que pareciera que nada malo puede pasar mientras suena cualquiera de aquellas canciones. ¿Mera ilusión? Seguro. Aunque descorramos la cortina y abramos de nuevo esa ventana. Entornemos los ojos mientras estos se acostumbran de nuevo a la luz del día y respiremos hondo. Una vez más. Egoístas. Así. ¿Lo notas? Pura vida.