jueves, 27 de noviembre de 2014

GOODBYE YELLOW BRICK ROAD


Bienvenidos a los 70, donde lo excesivo y lo excelso se confunden y solapan: segunda referencia en un año (1973), sexta en la incipiente década (sin contar un álbum en directo y una banda sonora) y por encima doble. Siguiendo la estela de los Rolling Stones, Elton John se trasladaría a Jamaica para registrar la continuación del título que le había consagrado definitivamente como una superestrella (Don't Shoot Me I'm Only The Piano Player) pero encontrándose con que las prestaciones del estudio caribeño dejaban mucho que desear al artífice de "Rocket Man" no le queda otra cosa que hacer que -confinado en la habitación de su hotel- escribir música para las letras que le había dejado su compinche Bernie Taupin. Para cuando se juntaron nuevamente en el parisino Château d'Hérouville ("No hay nada como el hogar, Totó") contaban con una colección de canciones suficiente para ocupar los surcos de dos discos y si Dylan, los Beatles o The Who ya lo habían hecho, por qué no ellos. De nuevo bajo la batuta del productor Gus Dudgeon, Goodbye Yellow Brick Road no sólo ahonda en la sensibilidad pop que inundaba las canciones de su predecesor sino que sus matices se multiplicaban, disparándose en todas direcciones como si de una explosión de confeti se tratase. Rock progresivo, baladas, glam o vivaz y gozoso rock'n'roll; todo acompañado de imperecederas melodías alumbradas en technicolor y bañadas en caramelo que sin embargo no obvian un regusto agridulce e incluso en ocasiones amargo (el que dejan el desencanto y los abismos de la fama cuando los focos dejan de cegar). Un paseo por un mundo de fantasía donde lo de menos es si éste resulta producto de un sueño o de una febril imaginación. Poco importará eso cuando nuevamente resuenen las primeras notas de "Funeral For A Friend/Love Lies Bleeding" y sin prejuicios nos veamos arrastrados al centro del tornado. Bienvenidos a Oz.